El Sparring

Por: Nicolás Flores
Son las cinco y media de la tarde y el sol atraviesa las ventanas del club. El piso del lugar es de madera, por lo que el calor de esa tarde aumenta a medida que pasa el tiempo. Llevo treinta minutos corriendo alrededor del ring y cada vez siento más el sol. Debe ser porque tengo puesto un polerón negro para sudar. El profe me dijo que estaba pasado en dos kilos y que si llegaba al pesaje pasado del límite habría una sanción. Debo bajar esos dos kilos rápido, solo quedan dos semanas para el torneo. Estoy acostumbrado a la densidad del aire y a respirar poco, pero estos dos kilos me están matando, estoy comiendo menos y corriendo demasiado para bajar de peso, incluso deje de hacer pesas para solucionar este problema más rápido, pero nada, sigo pasado.
Estoy saltando la cuerda, cuando de repente el entrenador me grita: ¡Reyes! ¡Véndese que va a pelear hoy día! , le tengo un sparring exclamó, mirando a otros boxeadores que golpeaban el saco junto a él. No voy a mentir, no esperaba tener un combate ese día, pero daba igual, después de todo, de eso se trata.
Me acerco a las graderías y saco mis vendas de la mochila, me siento y me amarro las manos. Me paro y me muevo un poco para soltar el cuerpo, me imagino a Roberto Duran y a Muhammed Alí para darme animo, imagino que soy campeón del mundo y que levanto las manos hacia la multitud. Todo es felicidad. Vuelvo a la realidad y me acerco a mi entrenador, le pregunto contra quien voy guantear, me responde que contra un joven venezolano o puerto riqueño, se llama Sergio y tiene veinte años, pero boxeaba allá en su país desde los dieciséis. Me está diciendo que tiene más experiencia que yo.
Subimos al ring y Sergio me mira sin expresión alguna. Se nota que boxea desde pequeño, su cuerpo se ve muy atlético y no demuestra ninguna emoción al mirarme, ni asombro, ni miedo, ni rabia, nada. Eso me molesta, trato de disimular mis nervios, me calmo y respiro. No es la primera vez que paso por esto. Lo analizo y veo que es un poco más musculoso que yo, pero es más bajo, puedo usar eso a mi favor. El ayudante de esquina me pone los guantes, el protector bucal y el cabezal, lo miro y me dice:
-¡Ya compadre, use la izquierda y usé los pies, recuerde que es zurdo el choló ese, así que camina hacia tu izquierda y pegale en su lado ciego! ¿Entendiste?
Afirmo con la cabeza, y trato de procesar todo. Realmente es difícil pensar cuando sabes que te quieren pegar.
Salen los segundos (ayudantes de cada esquina) y me pongo nervioso, es normal sentir miedo. Suena la campana y me acerco al centro del ring. Chocamos guantes con Sergio y nos retiramos un poco. Trató de hacer lo que me dice mi segundo, pero rápidamente Sergio me corta el paso y trata de encajar con su derecha. Logro esquivarlo por muy pocos centímetros. Recuerdo lo que me dijeron antes de subir y suelto una izquierda rápida a la nariz. Siento el impacto y repito la acción, varias veces. Sergio se cubre y recibe, pero no muestra ninguna expresión, eso me molesta.
Se acaba el primer round y me siento bien, afilado, y rápido. Lo golpeé mucho en este asalto y casi ni me toco. Pero se notaba muy tranquilo. Tomo un sorbo de agua que me dan de una botella y la escupo en un embudo.
-¿cómo te sientes? me pregunta mi entrenador.
-bien, pero el huéon es duro, no le duele cuando le pegó.- respondí, mientras respiro hondo.
-si, tiene buena mandíbula, pero tranquilo usa las piernas y que no te encierre en la esquina. Lo otro, métele la derecha fuerte en la cara, atúrdelo antes de que logre cazarte.
-afirmo otra vez con la cabeza y me pone el protector bucal en la boca. Se baja del cuadrilátero y comienza el segundo round.
Nos acercamos y chocamos guantes en demostración de respeto. Lo miró a los ojos y por fin veo que su mirada ha cambiado, tiene los ojos decididos, el desgraciado quiere matarme, y rápidamente lanza una izquierda recta en mi cara, justo entre los ojos. PAM!, es lo único que escucho y uso los pies para salir de su camino. Nuevamente me corta el paso y siento tres golpes rápidos en mi cara y uno en las costillas, las rodillas me tiemblan. La gente común pensaría que debe doler más un golpe en la nariz o en la cara, pero un golpe en las costillas es lejos lo peor que te puede pasar en un combate. Cierro mi guardia y espero a que se calme un poco el demonio que tengo al frente. Nunca pasa, finalmente me canso y me entrego al intercambio de golpes. Conectó una izquierda en su cara, y un uppercut en su mandíbula. Veo, que le duele, pero eso no lo tranquiliza y conecta nuevamente una izquierda en mi boca.
Me muevo hacia su izquierda y logro salir del intercambio, pero me sigue. Parece poseído. Mientras me muevo e intento mantener distancia, mi segundo me grita que saque mi derecha y lo hago, varias veces. Veo que le sale un poco de sangre en la nariz, pero aun así sigue para adelante, soltando seis golpes por cada dos míos. Es un gran boxeador, tengo que reconocerlo.
Se acaba el segundo asalto y siento la sangre en mi boca, me toco con la lengua y me aseguro que todos los dientes sigan ahí. Estoy frustrado, este round lo ganó él. El réferi nos junta en el ring y nos pregunta si queremos continuar otro asalto, miró a Sergio y los dos aceptamos un último round.
Solo son tres minutos de infierno más, puedo aguantarlo, quiero demostrar que puedo seguir, ya no pienso en el dolor, la adrenalina hace su efecto. Salgo de mi esquina listo para matar o morir, entregado al combate. Veo que a Sergio le pasa lo mismo. Me recibe con una combinación de golpes y me los como todos. Bum! pam! bam! Se me tapan los oídos y lo veo encima de mí. Quiere noquearme. Saco una derecha en la mandíbula que lo echa para atrás y una izquierda que lográ esquivar, con un sutil movimiento de cadera. Se nota que tiene más experiencia que yo, su cuerpo reacciona sólo. Uso los pies y lo golpeo con mi izquierda varias veces. – jab, jab! Me grita mi segundo y le hago caso. Pero Sergio me sigue y me encierra en una esquina- en mi mente vuelan millones de improperios, me enojó y suelto dos trompadas secas que le dan vuelta la cara y él me devuelve tres. Nos mantenemos así una eternidad, conectando bombas en la esquina, hasta que finalmente suelto una izquierda con toda mi fuerza, con la esperanza de romperlo, apoyando todo mi cuerpo en ese gancho, pero Sergio se da cuenta y casi simultáneamente lanza una contragolpe con su derecha apuntando a mi boca, pongo el hombro para bloquearlo. Sé que si me golpea en la boca con eso, me tira a la lona. Pero pasa algo peor, mi cuerpo está sobre exigido y no tengo suficiente masa muscular para aguantar ese golpe después de tres rounds.
Hace impacto en mi hombro y siento un tirón, se me escapa un grito seco y ahogado. Se acabó. Veo que mi hombro no está donde debería y me recorre un susto infernal. Sergio ve lo que me pasa y contiene su ataque, aparece el referí y detiene el combate, escucho un sonido de asombro que parecía a coro. Casi cuarenta personas se habían detenido a ver el espectáculo que habíamos realizado con Sergio, y ahora miraban con sorpresa y horror mi hombro dislocado.